No debemos olvidar que rescatar la historia y con ella la historia de la educación, especialmente la relacionada con las ideas pedagógicas, es una necesidad reconocida para los educadores cubanos que desean alcanzar una elevada cultura general y pedagógica, y conservar las tradiciones históricas culturales del pasado, lo que contribuirá a enriquecer la pedagogía. No puede olvidarse la dimensión histórica de las teorías pedagógicas actuales y la necesidad de conocer los referentes pedagógicos anteriores para valorar mejor los paradigmas de nuestros días, en aras de proyectar el futuro.
Maestro autodidacto primero y académico después, fue un infatigable estudioso de las ciencias y la cultura en general. Nació en Santiago de Cuba el 29 de septiembre de 1881 y fue bautizado en la Iglesia de Dolores el 15 de octubre de ese año. Hijo de Antonio Cano y Teresa Domínguez.
Durante la intervención militar norteamericana estudió en El Cautivo, centro de instrucción fundado por el poeta Desiderio Fajardo Ortiz (de ahí su mote de presentación pública: “El Cautivo”), donde se preparaban los estudiantes para el magisterio. Fue una influencia seguramente decisiva en Miguel A. Cano en relación con su vocación educativa, teniendo en cuenta la labor formativa del paralítico maestro santiaguero que, sentado en su silla de ruedas, supo crecerse para servir a la patria sembrando conciencia y cultura en gran cantidad de jóvenes de su tiempo, quienes al igual que Cano, luego ejercieron como educadores.
Cano se encaminó hacia los estudios del magisterio, doctorándose en Pedagogía en la Universidad de La Habana. Al regresar a Santiago de Cuba con el título de Doctor en Pedagogía inició una larga senda educativa, en la que se destacó como director e inspector escolar.
Su obra pedagógica fue extensa y fecunda. Entre sus libros está El Lector Nacional, Historia elemental de Cuba, Nociones de Historia de Cuba y Cuestiones de Pedagogía. Escribió metodologías de enseñanza de varias materias. Escribió artículos sobre educación y formación de maestros, sobre educación familiar y la educación de los niños, en los periódicos y en la Revista Pedagógica; redactó numerosas circulares y consejos a los maestros. Su labor como inspector se caracterizó por la orientación, la persuasión y el ejemplo.
Ejerció la crítica pedagógica con tino y muchos argumentos, con respeto y a la vez con autoridad. En este sentido se significa la crítica a la República escolar, iniciativa que desarrollaron muchos maestros a favor de la formación cívica de los niños. Sin embargo, Cano consideraba que la educación cívica no se adquiere con realizar ciertas prácticas con habilidades políticas.
Esta crítica a los problemas educativos y a la concepción de la educación de su tiempo, le granjearon un sólido respeto profesional. Es que no fueron críticas aisladas sino fruto de profundas reflexiones, sustentadas en su preocupación por el destino de su país, por su sentido patriótico y su compromiso con las nuevas generaciones.
Hay un texto que simboliza todo lo anteriormente expresado: La Reforma de nuestro Sistema Escolar. Es un texto aun por estudiar, que sin embargo tiene una solidez notable, considerando que incluso lo escribe desde Santiago de Cuba, con las limitaciones que imponen las distancias y los recursos para acometer una obra de tal magnitud y compromiso profesional con sus resultados. En este libro, Cano confiesa que “se necesita que la juventud tenga más medios de vida, se necesita preparar a la juventud de modo más eficiente, para que Cuba pueda luchar en ventajosas condiciones, con la competencia extranjera.”
Y más adelante precisa que (Cuba) “Necesita reformar su sistema escolar para que se deriven de las escuelas, resultados mejores que los que ahora se obtienen para la Patria, para que se consolide la República.”
Y nos lega un pensamiento que nos debe llenar de orgullo. Así dijo Cano: “Tenemos fe absoluta y definitiva en la obra de la escuela y en el triunfo de esa labor. La escuela es la institución que más ha hecho en beneficio del mundo; el problema de la escuela es el de mayor significación que tienen ante sí los gobernantes de todos los países.”
Sin dudas es un continuador de las ideas de los grandes educadores que le antecedieron como Varela, Luz y Caballero, Martí, Varona, Sagarra, todos los cuales confiaron en la educación como recurso del que se disponía para hacer un mundo mejor.
En un momento en que explica las razones de su libro Reforma…Cano se pregunta: “¿Los Cursos de Estudios son buenos o malos?” Y seguidamente él mismo se responde: “Contestamos sin vacilar que son buenos, pero no tan buenos que no necesiten reformas…Sólo nos guía un sincero deseo de mejorar aunque sea en detalles…”
Este libro es una interesante propuesta para todos aquellos que se dedican a la elevación de la calidad educativa del país, por el carácter integrador de sus análisis y la manera abarcadora como aborda las diferentes aristas y áreas de la educación cubana de su tiempo. Ejemplo de ello lo tenemos en la cantidad de niveles de enseñanza a los cuales le plantea una crítica, pero es significativo señalar que a cada reproche le plantea su propuesta de solución.
A los Cursos Generales de Estudio le señala algunas cosas que nos sirven para caracterizar a la escuela de la República. Algunas de las críticas son las siguientes:
· Mucha extensión de los Cursos de Estudios, especialmente en los primeros grados.
· La falta de regularidad en la asistencia de los niños.
· La diseminación de nuestra población rural y la falta de vías de comunicación.
· Influencia de la poética en la administración de la escuela.
· Presencia de niños de 10 y 11 años en primer grado.
· No se propicia la asistencia de los escolares rurales por la organización y tiempo de clases.
· Deficiente labor técnica de los inspectores que atienden los aspectos externos de la escuela (registros, archivos, disposición del mobiliario, etc.)
· La falta de estímulos de los maestros.
· El mucho papeleo, trabajo de oficina que tienen los inspectores y superintendentes.
Como puede verse en la enumeración anterior, es sin dudas una mordaz crítica que deja perplejo a cualquier lector. Para entender su autoridad en tales criterios solo hacemos notar que se desempeñaba como Superintendente General de Escuelas en Oriente, facultad que le daba la posibilidad de visitar muchas escuelas, dialogar con infinidad de maestros, observar el comportamiento de los niños, saber de las demandas de los educadores, reconocer las limitaciones materiales y sopesar los esfuerzos del Gobierno de turno con los resultados educativos que se alcanzaban.
Un elemento más, Miguel A. Cano era un lector voraz y era poseedor de una vasta cultura, conocía del pensamiento de los educadores cubanos del siglo XIX y en su tiempo mantenía relaciones profesionales con los mejores educadores de todo el país, situación comunicativa que le favorecía en conocimientos, informaciones, puntos de vista, proyecciones políticas y de la educación. Y todo ello lo puso al servicio de la educación cubana, que es el mayor valor que tiene su pensamiento y su actuar profesional.
En otra parte de su texto Reforma… Cano profundiza en los elementos metodológicos del tratamiento del lenguaje, de la lectura, de la enseñanza de la Historia y la Geografía; y para no perder las perspectivas transformadoras, explica sus alternativas. Por ejemplo, cuando critica la enseñanza de la Historia plantea “si yo fuera a redactar un curso de historia lo organizaría de la forma siguiente:
1. Historia local en tercer grado
2. Biografías en cuarto grado
3. Historia de Cuba (con gráficas y láminas) en quinto grado.
4. Relaciones de causalidad de los hechos en sexto grado y así en otros grados elevando la complejidad de los contenidos.
Puede que los estudiosos de esta materia escolar y su enseñanza no tengan a bien esta propuesta, pero sin recelo, es de considerar, por su valentía y ser consecuencia de la práctica y observación crítica de la realidad de su tiempo.
Una recomendación que le hace Cano a los que escriben temas históricos para niños, que aunque fue para los maestros de su tiempo, hoy tienen notable actualidad. Así dijo: “El que redacta una historia para niños está obligado a decir la verdad, aunque no la diga toda, pero a lo que sí está obligado es a no envenenar el alma de los niños.”
Al hablar de la calidad de los procesos formativos, Cano precisa que la buena educación no lo da la “cantidad de materia, sino la calidad de la enseñanza, y esto es, principalmente una cuestión de método”. Esta preocupación la expuso en el texto anterior Cuestiones Pedagógicas.
Este componente didáctico es muy apreciado por Cano y a él le dedicó muchas reflexiones que valen la pena estudiar como expresión de la cultura histórico pedagógica local y para ampliar nuestras posibilidades de utilización del mismo en la práctica escolar. De ahí extraemos el siguiente planeamiento que parte de la idea de que ningún método es universal, que sirva para todo propósito, sino que su selección depende del contexto y sobre todo de los objetivos que se persiguen en el proceso formativo.
Veamos qué claridad en su planteamiento: “Ocurre que el método recomendado como el más provechoso en la enseñanza de una materia, no es el más conveniente para otra asignatura; por ejemplo, el método analítico sintético en la enseñanza de la geografía en los primeros grados es más acertado, pero este mismo método en la enseñanza de la lectura resulta inconveniente y su empleo se considera propio de un maestro rutinario.”
Por otra parte, al penetrar en la dinámica de la narración, método muy utilizado en la escuela primaria, Cano señala que “…Una narración o descripción no es atrayente, no es interesante si no tiene algo de arte, compatible con el adelanto del lector… creemos que lo ameno y lo interesante que se procura sea un trabajo didáctico, no es un fin, sino un medio.” Es una recomendación que hoy debieran saber nuestros maestros no solo de las primeras edades.
La Escuela Normal no escapa a su visión transformadora. El considera, mostrando la crítica más constructiva y reconocedora de los valores de lo que se hace, que la Escuela Normal de Oriente “Es un prestigio nuestro, nos hallamos sumamente complacidos con la labor que han venido realizando, y sabemos que no obstante esa deficiencia que hemos señalado (trabajo metodológico…) desde que Santiago de Cuba existe, no ha habido en esta ciudad, y menos en las otras poblaciones de la provincia de Oriente, un centro escolar que de modo tan eficiente prepara a nuestro jóvenes para el ejercicio de la profesión de maestro.”
Con estas palabras de elogio es difícil imaginar que sostenía una crítica a sus procesos formativos. Pero como advertía en la presentación del texto, siempre se puede mejorar, porque sin dudas no hay obra perfecta, aunque a ella siempre hay que aspirar, como estímulo para hacer mejor obra.
Por eso señala con precisión: “la organización de la Escuela Normal debe modificar los estudios generales y no la formación vocacional.” Y sigue señalando que “se descuida el estudio de las materias instrumentales de la profesión. Todo esfuerzo que se infunde se hace débil y esta ampliación de materia que hay en la escuela Normal, perjudica a la mejor preparación profesional de los futuros maestros.”
Son muchos los ejemplos y reflexiones que se pueden expresar del maestro Miguel A. Cano. Mucho merece en cuanto a estudio porque es una de las figuras paradigmáticas de la educación santiaguera y cubana. La obra educativa de Cano Domínguez brinda al maestro un abanico de posibilidades que puede explotar para enseñar la Historia de Cuba, ya que aquí no solo puede encontrar fuente de conocimiento, sino una carga emocional y afectiva muy fuerte que él imprimió a las temáticas que abordó y que compartió con los maestros.
Una imagen precisa del impacto de Cano en su tiempo y que nos queda como referente para asumirlo como paradigma educativo santiaguero, es la que nos lo presenta en la reseña publicada sobre al acto de homenaje al centenario de Heredia, cuando dice: (Cano)”…meritísimo, con un discurso adecuado a la solemnidad escolar, literaria y patriótica que se celebra, lleno de bellos conceptos, interesante e instructivo, explicando ingeniosa y acertadamente el simbolismo de los colores y elementos de la bandera y del escudo de la Patria con que soñara Heredia, y dando a los escolares saludables consejos de carácter moral y patriótico, para honrarla siempre y hacerse dignos de ello.”
Él, como tantos buenos educadores, representa una autoafirmación de la identidad cultural, de fortalecimiento del patriotismo, del ideal nacional unido al local. Esto se evidencia en cómo refuerza en su labor los lugares donde cayeron los patriotas de la localidad, en la fidelidad y compromiso moral ante los problemas de la nación y sus destinos, denunciándolos en todas las tribunas donde tuvo oportunidad de hacerlo. Se refiere entre los valores morales al cumplimiento del deber social, el amor, la bondad, la valentía y la combatividad. Ellos deben estar presentes en el mensaje diario del maestro, y supo ser portador de tales valores.
Falleció en La Habana en 1959. Sin embargo, por su lugar en nuestra historia educacional y patriótica, aun merece mejores espacios en nuestra cultura histórico – pedagógica. Cuando una escuela primaria recibió su nombre para representarlo, Cano tuvo un aliento en su descanso definitivo; ahora que el Centro de Estudios de la Calidad Educacional lo selecciona como su imagen, él seguramente nos sonríe satisfecho. Y cuando las nuevas generaciones de maestros lo conozcan y lo dignifiquen cada día con su estudio y labor profesional, él podrá descansar eternamente bien retribuido, porque sentirá que ha quedado realmente entre nosotros.
Autor: Dr. C. Giovanni Luis Villalón García giovanniv@citmasc.ciges.inf.cu y gioaldani@cees.uo.edu.cu